Imagina una figura en la Knéset, el Parlamento israelí, captando todas las miradas no solo por su presencia, sino por el inmenso peso de su influencia. Hablamos de Miriam Adelson, una mujer cuyo pelo rubio platino, gafas distintivas y una fortuna que la ubica entre las más ricas del mundo, marcan un contraste con la típica imagen del hombre de negocios o político. Es la persona que, desde la sombra, ha desempeñado un papel crucial en negociaciones que resuenan en todo el planeta, como el alto al fuego y el entendimiento entre Israel y Hamás. A sus 80 años, esta médica nacida en Israel y nacionalizada estadounidense es mucho más que la viuda de un magnate: es una fuerza imparable en el entramado de la geopolítica y los negocios.
Miriam Adelson es la heredera de un imperio forjado por su difunto esposo, Sheldon Adelson, el visionario detrás del grupo Las Vegas Sands, que transformó la arena en oro en Nevada, Macao y Singapur. Con un patrimonio estimado en miles de millones de dólares, su influencia se extiende desde los casinos hasta los salones del poder. Es una de las mayores donantes del Partido Republicano en EE. UU. y una figura clave en la política de Donald Trump, a quien, según se dice, convenció para decisiones históricas como reconocer Jerusalén como capital israelí. Su perspicacia para los negocios no se limita a las fichas de casino; su reciente adquisición de una participación mayoritaria en los Dallas Mavericks de la NBA, bajo el pretexto de “amor al deporte”, es vista por muchos como una jugada estratégica para impulsar la legalización de casinos en Texas. Además, posee medios de comunicación como el Las Vegas Review-Journal e Israel Hayom, convirtiéndola en una voz poderosa en la arena pública.
Pero la vida de Adelson es también un tapiz de contrastes. Su formación como médica la llevó a fundar clínicas para exdrogadictos en Israel, mostrando una faceta de filantropía y compromiso social que se entrelaza con su habilidad para el poder. Sin embargo, su activismo va más allá de la beneficencia: es una ferviente defensora de las políticas del gobierno israelí y una voz fuerte contra lo que considera antisemitismo en los campus universitarios. Su relación con Benjamin Netanyahu, que una vez fue muy cercana a través de Israel Hayom, también ha tenido sus altibajos, revelando las complejidades de sus alianzas y desavenencias. Para algunos, Miriam Adelson es la “Pepito Grillo” que guía la relación entre EE. UU. e Israel; para otros, es el epítome del “poder blando”, una figura que utiliza su vasta fortuna como un joystick para la diplomacia global.
Sin ocupar cargos oficiales ni firmar leyes, Miriam Adelson es una de esas personalidades que demuestran cómo la influencia puede trascender las estructuras formales del poder. Sus movimientos, desde las lujosas mesas de Las Vegas hasta las discretas reuniones en Tel Aviv, dictan más de lo que muchos líderes se atreven a confesar. En un mundo donde las discusiones políticas y los acuerdos internacionales acaparan los titulares, ella sigue sentada en la mesa adecuada, moviendo piezas y demostrando que el verdadero poder a menudo reside en las manos menos esperadas, tejiendo una red de decisiones que impactan a millones y redefinen el curso de la historia.

