En la búsqueda constante por equilibrar la preservación de sus destinos con la afluencia de visitantes, Italia ha dado un paso que pocos esperaban. La ciudad alpina de Bolzano, puerta de entrada a los majestuosos Dolomitas, ha decidido que a partir de 2026 los turistas que viajen con sus mascotas pagarán una tasa diaria de 1,50 euros por perro, mientras que los residentes deberán abonar un impuesto anual de 100 euros por animal. Esta medida, que sin duda generará controversia, forma parte de una estrategia más amplia para gestionar el impacto del turismo masivo que tensiona cada vez más los recursos de las ciudades italianas.
El contexto detrás de esta decisión es fascinante. Bolzano implementó recientemente un registro de ADN canino destinado a identificar a los dueños que no recogen los excrementos de sus mascotas. Cuando este sistema no logró los resultados esperados, las autoridades optaron por una solución económica: trasladar el costo de limpieza y mantenimiento directamente a los propietarios de perros. Luis Walcher, el consejero provincial impulsor de la medida, argumenta que “la única suciedad de nuestras calles es la de los perros”, por lo que considera justo que la comunidad canina asuma estos gastos. Los fondos recaudados se destinarán específicamente a financiar áreas verdes exclusivas para perros y reducir el impacto ambiental de sus desechos en el espacio público.
Esta iniciativa se enmarca en un patrón más amplio de medidas restrictivas que Italia ha implementado frente al turismo masivo. Venecia se convirtió en la primera gran ciudad del mundo en aplicar un ticket de acceso diario para visitantes de un día, mientras que Florencia prohibió nuevos alquileres turísticos en su casco antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad. Roma y Milán han endurecido las normas de convivencia con multas por bañarse en fuentes históricas o arrastrar maletas sobre zonas arqueológicas. Incluso en Cerdeña se han establecido límites de acceso a playas frágiles con cupos diarios y sanciones para quienes se lleven arena de recuerdo.
Sin embargo, la medida de Bolzano ha generado un debate singular sobre la ética de convertir a los animales en “contribuyentes”. Asociaciones como ENPA denuncian que esta tasa castiga tanto a familias responsables como a turistas respetuosos, y podría transmitir un mensaje contrario a la cultura de hospitalidad que caracteriza a la región. Los críticos alertan que, lejos de mejorar la convivencia, podría desincentivar el turismo responsable e incluso fomentar abandonos de mascotas. Este caso refleja las tensiones que atraviesan el turismo europeo contemporáneo: cómo preservar la calidad de vida de los residentes sin romper el delicado vínculo de confianza con quienes visitan estos destinos, acompañados o no por sus fieles compañeros de cuatro patas.