El smartphone ha sido nuestro fiel compañero durante casi dos décadas, desde que el primer iPhone vio la luz en 2007. Seamos honestos, ha sido el centro de nuestro universo digital, y casi casi, del mundo entero. Hemos visto intentos de destronarlo, desde el iPad con su promesa de revolucionar las tablets, hasta el Apple Watch que lideró los smartwatches, o los asistentes de voz como Amazon Echo. Pero la neta es que ninguno ha logrado quitarle su lugar privilegiado. Sin embargo, en los últimos años, sentimos que los smartphones ya no nos ofrecen ese “algo nuevo”, esa chispa que nos emocionaba. Sí, son más potentes y tienen mejores cámaras, pero ¿realmente el valor de la IA generativa es lo único que nos venden ahora? Ahí es donde entra en juego una nueva categoría de dispositivos que podría cambiar las reglas del juego: las gafas inteligentes con IA.
Estos dispositivos, que nos permiten interactuar con información visual directamente en nuestro campo de visión, están levantando polvo y prometen una experiencia diferente. Hemos visto de todo, desde las Google Glass (que ya no están con nosotros) hasta las impresionantes Apple Vision Pro, que aunque son una joya tecnológica, son algo caras y pesadas para el uso diario. Nos muestran un vistazo de lo que podría ser el futuro, con objetos virtuales que flotan y se integran casi mágicamente con nuestro entorno real, incluso proyectando sombras y reaccionando a los obstáculos. Pero el pequeño desfase temporal al ver el mundo real a través de sus cámaras las hace inviables para actividades como andar en bicicleta o jugar tenis. Otros dispositivos como las Meta Quest 3 son más ligeros y económicos, pero su rendimiento visual aún no se compara. Por otro lado, hay opciones como las gafas de XREAL y VITURE que funcionan como pantallas externas para tu smartphone o PC, proyectando imágenes en tus lentes sin distorsionar el mundo real, aunque la información se limita al centro de tu visión.
Pero el verdadero potencial quizá no esté en la inmersión total o en replicar una pantalla gigante, sino en funciones más sutiles y prácticas. Aquí es donde las gafas tipo asistente, con IA integrada, brillan con luz propia. Imagina unas gafas como las Even G1, que pueden superponer texto en tu campo de visión, ideales para traducciones en tiempo real, un teleprompter discreto o incluso para recordarte nombres y cargos en una reunión importante. ¡No manches, eso sí que es útil cuando eres como yo y te cuesta recordar nombres! O las Ray-Ban Meta, que, aunque no muestran imágenes, ofrecen audio y cámara integrados con IA. Con ellas puedes escuchar notificaciones, contestar llamadas y grabar momentos importantes con solo un toque, sin necesidad de sacar el teléfono. La clave es que la información se entregue de forma contextual y no intrusiva, como un “asistente atento” que sabe cuándo decirte que tu próxima reunión está por comenzar o darte una noticia relevante mientras estás en una plática.
Aunque el camino hacia las gafas inteligentes “ideales” —esas que nos muestran un mundo virtual perfecto sobre el real, o que nos permiten manipular objetos 3D con la mente— aún es largo y lleno de retos, estamos en la cúspide de una revolución. Los costos y el peso siguen siendo barreras, y la experiencia para el usuario general todavía necesita pulirse. Pero la tendencia es clara: estos dispositivos ya no son solo para los “early adopters” o geeks. Con una IA cada vez más sofisticada y diseños más elegantes y funcionales, estoy convencido de que muy pronto veremos gafas que no solo nos faciliten la vida de forma discreta, sino que se conviertan en un elemento indispensable, superando al smartphone en muchas de sus funciones cotidianas. El futuro, sin duda, se ve a través de unos lentes.

