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China logra lo impensable en energía nuclear: construir más rápido, más barato y a gran escala

Mientras en Occidente seguimos debatiendo si la energía nuclear es buena o mala, con proyectos que se eternizan y presupuestos que se disparan, China ha tomado un camino completamente diferente. En medio siglo, ningún país había conseguido lo que ellos están logrando: construir centrales nucleares cada vez más rápido, más barato y con una capacidad de escalar que deja boquiabierto al mundo entero. La diferencia es tan abrumadora que merece la pena detenerse a analizar cómo lo han conseguido y qué podemos aprender de su estrategia.

La comparación con Estados Unidos es reveladora: los dos únicos reactores construidos en ese país este siglo, en la planta de Vogtle en Georgia, tardaron 11 años en completarse y costaron la friolera de 35,000 millones de dólares, equivalente a unos 15 dólares por vatio de capacidad. En cambio, según un análisis publicado en Nature, China está levantando sus nuevas centrales nucleares por apenas 2 dólares el vatio. Pero esto no es una casualidad, sino una tendencia bien establecida. Mientras los costes de construcción en Estados Unidos se multiplicaron por diez desde los años 60 y en Francia casi se duplicaron, en China se redujeron a la mitad durante la década del 2000 y se han mantenido estables desde entonces.

El secreto del éxito chino parece estar en una combinación poderosa: estandarización y apoyo estatal inquebrantable. A diferencia de Occidente, donde cada proyecto nuclear ha sido prácticamente un experimento nuevo con diseños únicos, China se ha centrado en construir muchas veces un puñado de modelos probados. Sus tres gigantes nucleares estatales reciben préstamos a bajo interés, lo que reduce enormemente los costes de financiación. Pero quizás lo más impresionante es cómo han desarrollado una industria nacional capaz de fabricar desde las vasijas de los reactores hasta los componentes más críticos, logrando que componentes como las bombas de carga o las grúas anulares cuesten la mitad que sus equivalentes importados.

El caso del reactor AP1000 de diseño estadounidense es emblemático: mientras Estados Unidos enfrentaba retrasos y costes disparados que casi entierran su industria nuclear, China hizo una pausa, estudió cada fallo y desarrolló una versión mejorada y nacionalizada: el CAP1000. Ahora están construyendo nueve reactores de este modelo con un plazo de apenas cinco años y a un coste drásticamente inferior. Como explica Dan Kammen, profesor de la Universidad Johns Hopkins, China demuestra que los costes de construcción y operación de la energía nuclear no tienen por qué aumentar sin parar, rompiendo así la maldición de los sobrecostes que ha perseguido a Occidente durante décadas.

Mientras Occidente apuesta por la innovación a través del sector privado con pequeños reactores modulares (SMR) que tardarán años en madurar, China ya está dando pasos de gigante en tecnologías del futuro como reactores de cuarta generación refrigerados por gas e investigación en reactores de torio. Con casi tantos reactores en construcción como el resto del mundo combinado, y planes de expansión por Asia, África y Sudamérica, China no solo está redefiniendo lo que es posible en energía nuclear, sino que nos está dando una lección magistral sobre cómo abordar proyectos complejos con eficiencia y visión a largo plazo. Quizás sea hora de que el resto del mundo tome nota.