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Arte con IA: ¿un creador digital merece ser reconocido en los tribunales?

¿Se imaginan ganar un concurso de arte con una obra que no pintaron ni dibujaron, sino que fue creada por una Inteligencia Artificial? Pues esto no es un escenario de ciencia ficción, sino la historia que en 2022 puso de cabeza al mundo del arte y la tecnología. Todo comenzó cuando una imagen generada con Midjourney se llevó el primer premio en un certamen de arte en Colorado. La controversia no se hizo esperar: ¿podemos realmente llamar arte a algo hecho por una IA? El autor detrás del “prompt” que dio vida a esta pieza, Jason Allen, tiene la respuesta bien clara y no ha dudado en llevar su lucha a los tribunales.

La pieza en cuestión, titulada ‘Théâtre D’opéra Spatial’, es un espectáculo visual que combina elementos de fantasía y ciencia ficción. Un mes después de su victoria, Allen intentó registrar la imagen, pero la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos le negó el reconocimiento, argumentando que contenía “más de una cantidad mínima de contenido generado por inteligencia artificial”. Lejos de desanimarse, Jason Allen inició una batalla legal para que su obra fuera reconocida. Según reportes de 404media, en agosto pasado sus abogados presentaron una solicitud en el juzgado, defendiendo que la creación del “prompt” –esas indicaciones de texto que guían a la IA– es un proceso artístico en sí mismo. Allen sostiene que invirtió “cientos de indicaciones de texto iterativas” para lograr expresar su visión, un esfuerzo que para él lo convierte en el artista. Sin embargo, para la oficina de derechos de autor, el simple hecho de dar instrucciones no es suficiente para otorgar la autoría tradicional.

Este caso desató un chorro de críticas y debates en redes, polarizando a la comunidad artística y tecnológica. Por un lado, están quienes argumentan que las obras de IA carecen de la intencionalidad humana, ergo no pueden ser consideradas arte. Por el otro, hay quienes defienden que la IA es solo una herramienta más en la paleta del artista, tan válida como un pincel, una tableta gráfica o una cámara fotográfica. Y vaya que este debate no es nuevo; la historia nos lo ha demostrado antes. ¿Recuerdan cuando la fotografía surgió en el siglo XIX? Fue recibida con escepticismo y rechazo por los puristas del dibujo y la pintura, quienes la veían como una amenaza. Hoy, la fotografía es una forma de arte respetada que llena museos y galerías, y la pintura sigue tan viva como siempre. La clave, al parecer, reside en la intención: no es lo mismo pedirle a una IA “dibuja un perro” y aceptar el primer resultado, que tener una visión clara, una narrativa que contar o una emoción que plasmar, y trabajar con la IA iterativamente hasta lograrlo. Claro, sería más chido si las obras generadas por IA tuvieran su propia categoría competitiva.

Más allá de la controversia por el reconocimiento, la IA ha puesto sobre la mesa un problema ético importante para la comunidad artística: muchos generadores de imágenes fueron entrenados con obras de artistas sin su consentimiento ni compensación. Esto llevó a algunos creadores a “envenenar” sus trabajos para que las IA no pudieran utilizarlos, y hay varias iniciativas que buscan proteger los derechos de autor. El caso de Jason Allen nos obliga a reflexionar sobre la redefinición de la creatividad y la autoría en la era digital. ¿Cómo se ve el artista del futuro? Probablemente, como alguien que no solo domina las técnicas tradicionales, sino que también sabe “hablar” con la inteligencia artificial para llevar sus visiones a un nivel completamente nuevo. Es un debate complejo, pero sin duda emocionante, que apenas está empezando a escribirse.