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Ruby: un vistazo al lenguaje que marcó una era… ¿y quizá su fin?

¿Recuerdas esa sensación de cuando algo “hace clic” por primera vez? En el mundo de la programación, es común que nuestro primer contacto con un lenguaje nos marque de por vida. Es como esa teoría de la “impronta” en psicología: la primera herramienta que nos hace sentir que el código no es un jeroglífico, sino algo intuitivo, se convierte en nuestro amor platónico. Para muchos, ese flechazo inicial fue con Ruby, el lenguaje que prometía elegancia y simplicidad. Quienes lo conocieron en sus inicios suelen recordarlo con un cariño especial, casi como si le debieran por haberles abierto las puertas al universo de la programación.

Sin embargo, cuando uno llega tarde a la fiesta tecnológica, la perspectiva cambia. Sin la neblina de la nostalgia, es más fácil ver las cosas como son. Ruby, creado en 1995 por el japonés Yukihiro “Matz” Matsumoto, es famoso por su comunidad amigable, reflejada en el lema MINASWAN. Su sintaxis es, sin duda, una belleza: limpia, sin esos puntos y comas o corchetes que a veces complican la vida. Es tan legible que casi parece inglés llano. Pero bajo esa fachada de amabilidad, Ruby es un lenguaje de tipado dinámico. Esto, que suena a libertad, en la práctica significa que muchos errores solo se descubren cuando el programa ya está funcionando, una vez que el usuario ya está interactuando con él. Es lo que en el argot se conoce como “footguns”: características que te facilitan dispararte en el pie. Y si eso fuera poco, su rendimiento siempre ha estado en la lista de los más lentos, una especie de “tortuguita” en la carrera de la velocidad.

Este detalle de rendimiento tuvo consecuencias notables. ¿Recuerdan la famosa ballena de Twitter con los pajaritos que se caía a cada rato? Gran parte de esa “pena ajena” era culpa de Ruby. La Copa del Mundo de 2010 fue un campanazo de alerta para Twitter, que decidió cambiar su backend a Scala, un lenguaje mucho más robusto. El resultado fue impresionante: en el Mundial de 2014, pudieron manejar 32 millones de tuits sin un solo problema, ¡cien veces más rápido! En la década de 2010, muchas empresas empezaron a reemplazar su infraestructura basada en Ruby. El problema no era solo el rendimiento, sino que otros lenguajes comenzaron a hacer lo mismo que Ruby, pero mejor: Python se apoderó de la ciencia de datos y la IA, JavaScript dominó la web. Ruby on Rails, el famoso framework que DHH lanzó en 2004 y que impulsó a Ruby al estrellato, fue un parteaguas para las startups de la Web 2.0 (Airbnb, GitHub, Shopify, Stripe), ofreciendo una solución todo en uno, maravillosa para empezar, pero que se volvía una camisa de fuerza al escalar.

Hoy en día, la popularidad de Ruby ha ido en picada. Las encuestas de Stack Overflow lo muestran muy por debajo de otros lenguajes. Se mantiene a flote gracias a la inercia de sistemas antiguos y la lealtad de quienes lo adoptaron temprano. Pero la nostalgia y un nombre bonito no son suficientes para competir en el vertiginoso mundo de la tecnología actual. Ruby, en su momento, fue un pionero, un lenguaje que hizo la programación accesible y divertida para muchos. Sin embargo, el mundo avanza, y con él, las herramientas que usamos. Quizás sea momento de reconocer que, aunque le tenemos cariño, Ruby es como ese amigo de la prepa que nos dio grandes momentos, pero con el que ahora solo nos vemos de vez en cuando, para recordar viejos tiempos.