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Pluribus: la serie de Apple TV+ del creador de Breaking Bad que desafía nuestra idea de felicidad

¡Amigos y amantes de las buenas historias! Prepárense porque el genio detrás de obras maestras como Breaking Bad y Better Call Saul, Vince Gilligan, nos trae una nueva joya que ya está dando mucho de qué hablar en Apple TV+. Se trata de Pluribus, una serie que, como era de esperarse viniendo de Gilligan, no es nada de lo que crees. Olvídate de los apocalipsis típicos con zombies o guerras; aquí, la catástrofe llega disfrazada de una sonrisa, una epidemia global de felicidad que nos hará cuestionar todo.

A primera vista, Pluribus podría parecer una distopía cínica más, pero la neta es que, casi de inmediato, la serie nos muestra que es imposible encasillarla. Gilligan, el maestro del drama moral, ha cambiado las sustancias ilícitas por la metafísica emocional en un viaje retorcido. En esta ocasión, el colapso no se mide en cuerpos o drogas, sino en un súbito “virus de la felicidad” que se extiende por todo el planeta. La gente sonríe sin parar, todo es alegría, ¿quién podría quejarse? Pues Carol Sturka (interpretada magistralmente por Rhea Seehorn), una novelista que escribe romances mediocres y que, irónicamente, es la única que no puede disfrutar de su propio “final feliz”. Mientras el mundo entero se rinde al júbilo, ella se resiste, no por heroína, sino por una especie de incapacidad existencial. Es un punto de partida sencillo y a la vez demencial: la humanidad se convierte en una masa eternamente satisfecha, y el caos se esconde detrás de la calma más absoluta.

Gilligan maneja este tono de comedia triste con una habilidad impresionante, sin perder ese trasfondo retorcido que tanto nos gusta de su trabajo. Desde su primer episodio, Pluribus nos promete un desastre global, pero lo entrega envuelto en serenidad. Es el tipo de ironía que nos recuerda por qué el autor de Breaking Bad y Better Call Saul nunca se repite; evoluciona como un científico loco con un presupuesto de streaming. Carol no es una heroína trágica, sino una neurótica lúcida que lucha contra una verdad universal por puro instinto, al igual que Walter White fabricando imanes o Saul Goodman ideando estafas. Su aislamiento se convierte en un espejo de nuestras propias obsesiones y de la lucha individual contra lo inevitable: el contagio de la paz. El desierto de Nuevo México vuelve a ser el escenario predilecto de Gilligan, pero esta vez no representa el mundo del crimen, sino una suerte de purgatorio soleado, donde el brillo artificial del bienestar contrasta con paisajes áridos que parecen devorar a los pocos inconformes.

En su fondo más político, Pluribus se disfraza de parábola sobre el control social sin necesidad de dictadores o algoritmos. El título mismo, tomado de “E pluribus unum”, funciona como broma y advertencia: lo que antes significaba unidad nacional, aquí se transforma en uniformidad emocional. Gilligan no sermonea, pero nos deja preguntas suspendidas en el aire: ¿qué perdemos cuando dejamos de sentir dolor? ¿Cuánto vale la libertad en un mundo donde nadie desea nada? Esta ambigüedad es el oxígeno de la serie. Pluribus no toma partido, y ahí radica su potencia. Nos toca a nosotros, como público, el “trabajo sucio” de decidir si Carol es una mártir del individualismo o una ególatra incapaz de rendirse ante la calma. Una serie que, neta, te volará la cabeza y te dejará pensando por días. ¡No te la pierdas!