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Las verdaderas arquitectas del futuro: mujeres indígenas alzan la voz por el planeta en la COP30

¿Y si te dijéramos que las soluciones más innovadoras y efectivas para el cambio climático no están en los grandes salones de negociación, sino en las manos y la sabiduría de las comunidades que viven en contacto directo con la tierra? Eso es justo lo que están demostrando las mujeres indígenas de todo el mundo. Mientras los líderes globales se reúnen en la COP30 en Belém, Brasil, para discutir estrategias climáticas, fuera de esos recintos, un coro de voces poderosas y ancestrales resuena con un mensaje claro y urgente: “sin nosotras no habrá transición posible”. Lejos de ser víctimas, estas lideresas se posicionan como las verdaderas arquitectas de un futuro sostenible, compartiendo soluciones concretas basadas en la ciencia comunitaria y la restauración territorial.

Desde la majestuosa Amazonía hasta los gélidos paisajes del Ártico, y de las vibrantes tierras africanas a las paradisíacas islas del Pacífico, las mujeres indígenas no solo están hablando de cambio, ¡lo están creando! En la Primera Cumbre Global de Mujeres y Juventudes Indígenas Protectoras del Territorio, cientos de lideresas presentaron rutas de transformación climática que integran gobernanza, ciencia, espiritualidad y financiamiento comunitario. Un pilar fundamental es la restauración ecológica y la gobernanza territorial, donde el cuidado de la tierra es la premisa principal. En México, por ejemplo, las mujeres del pueblo Otomí mantienen con cariño una red de cerros sagrados, combinando fe, reforestación y protección de fuentes de agua. Igualmente, en Ecuador y Brasil, redes de mujeres amazónicas mapean los lazos espirituales y ecológicos de su territorio para la conservación. Como bien dijo Rivera Zea, “restaurar un bosque es restaurar la dignidad del territorio”. Este enfoque se complementa con la ciencia indígena y el monitoreo climático, donde la sabiduría ancestral se une a la tecnología. En el Ártico ruso, jóvenes científicas indígenas combinan tecnología satelital con observación tradicional para monitorear el calentamiento y la pérdida de hielo, demostrando la precisión de los relatos ancestrales.

Este enfoque holístico fortalece la resiliencia hídrica y la soberanía alimentaria en comunidades globales. En Papúa Nueva Guinea, mujeres jóvenes adaptan técnicas tradicionales con sistemas modernos de captación de lluvia. En Tanzania, la lideresa maasai Nidini Kimesera Sikar impulsa la recuperación de semillas nativas y la creación de bancos comunitarios de conocimiento. Son soluciones que nacen de la tierra y se adaptan a los retos actuales. Sin embargo, a pesar de esta riqueza de conocimiento y acción, hay un obstáculo enorme: la justicia financiera. El acceso directo a fondos climáticos es increíblemente limitado. Según el Foro Permanente de la ONU para las Cuestiones Indígenas (2024), apenas el 1.4% de los fondos globales de género llegan a organizaciones de mujeres indígenas. Como señaló Joan Carling, “el dinero sigue fluyendo hacia estructuras coloniales. Las mujeres que restauran bosques, protegen ríos y alimentan comunidades deben ser las primeras en recibirlo”.

Por eso, organizaciones como FIMI y sus aliadas están proponiendo que al menos el 10% del nuevo fondo global para ecosistemas terrestres se canalice directamente a iniciativas lideradas por mujeres indígenas. Su mensaje final es contundente y lleno de poder: “No queremos ser beneficiarias, queremos ser diseñadoras del financiamiento climático”, afirmó Teresa Zapeta (Guatemala), directora ejecutiva de FIMI. Es tiempo de escuchar, apoyar y empoderar a quienes verdaderamente conocen el camino para cuidar nuestro hogar común y construir un futuro más justo y sostenible para todos.