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El secreto de Dinamarca para impulsar los coches eléctricos: castigar los de combustión

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Imagina que un modesto Seat Arona de gasolina termine costando casi lo mismo que un BMW de gama alta. Parece una locura, pero es exactamente lo que está sucediendo en Dinamarca, donde el gobierno ha encontrado una fórmula radical para acelerar la transición hacia la movilidad eléctrica. Mientras muchos países europeos se enfocan en subsidiar la compra de vehículos eléctricos, los daneses han optado por el camino contrario: hacer que los coches de combustión sean tan caros que resulten prácticamente prohibitivos. Esta estrategia está dando resultados impresionantes y podría ser el modelo a seguir para otras naciones que buscan reducir su huella de carbono.

El mecanismo danés es simple pero efectivo: además del IVA estándar del 25%, los vehículos pagan un impuesto de matriculación progresivo que se calcula según su valor y, crucialmente, sus emisiones de CO2. Para los coches eléctricos, este impuesto se reduce al 40% y el estado subvenciona hasta 165.000 coronas danesas (aproximadamente 22.000 euros). En cambio, los vehículos de gasolina no solo pagan el impuesto completo, sino que además enfrentan un recargo adicional por emisiones que puede superar los 5.000 euros. Tomemos como ejemplo el Seat Arona con motor 1.0 TSI de 95 CV: su penalización por emitir 124 gr/km de CO2 suma 38.920 coronas, elevando el costo total de matriculación a más de 21.000 euros, casi el precio del vehículo mismo.

Comparado con otros países europeos, el enfoque danés destaca por su efectividad. Mientras España se mantiene en un modesto 8% de ventas de eléctricos y Alemania ronda el 18%, Dinamarca ha logrado penetraciones mucho más altas. Países como Países Bajos y Suecia rozan el 35%, y Noruega alcanza un asombroso 95%. La clave parece estar en la combinación de incentivos para los eléctricos y desincentivos contundentes para los de combustión. Además, Dinamarca cuenta con ventajas naturales como su territorio pequeño y plano, que permite mayor autonomía con baterías más pequeñas, y una red de carga extensa que facilita la adopción masiva.

Esta estrategia plantea una reflexión importante sobre cómo acelerar la transición energética en el transporte. Los subsidios directos, como el Plan MOVES III en España, han demostrado ser engorrosos y poco transparentes para los consumidores. En cambio, el modelo danés crea un entorno donde la opción más ecológica resulta también la más económica a largo plazo. Si realmente queremos ver nuestras calles llenas de vehículos eléctricos, quizás sea hora de considerar que a veces la zanahoria funciona mejor cuando va acompañada de un palo bien medido.