La computación cuántica ya no es ciencia ficción. Cada semana recibimos noticias de inversiones millonarias, avances sorprendentes y nuevos logros que nos acercan más a esta revolución tecnológica. Pero no estamos ante una simple carrera donde los competidores corren hacia una meta definida, sino ante un ecosistema complejo donde universidades, startups, centros tecnológicos, empresas e inversores dependen unos de otros para prosperar. Esta interdependencia es clave para entender cómo se está construyendo la industria cuántica en Europa y por qué la colaboración estratégica resulta esencial para alcanzar la soberanía tecnológica.
Las universidades enfrentan el desafío de anticipar la demanda de talento hasta siete años antes, creando programas especializados que mezclan teoría y práctica. Mientras tanto, las startups aportan dinamismo al arriesgarse con tecnologías inmaduras, buscando aplicaciones prácticas que generen valor real. Los centros tecnológicos actúan como puente, ayudando a madurar estas innovaciones y validándolas para su implementación industrial. Empresas como Repsol e Iberdrola ya están explorando casos concretos, desde optimizar logística de residuos hasta planificar redes eléctricas inteligentes, desarrollando capacidades únicas que les posicionan en la vanguardia de la innovación.
Sin embargo, todo este ecosistema depende de dos elementos fundamentales: la tecnología base que aún está en desarrollo y el capital necesario para escalar. Mientras proveedores como IBM y Amazon compiten con diferentes enfoques tecnológicos, los inversores europeos enfrentan el desafío de cerrar la ‘brecha del escalado’ que hace que muchas startups terminen siendo adquiridas por firmas extranjeras antes de alcanzar su máximo potencial. Iniciativas como BIQAIN en Vizcaya muestran cómo la colaboración local puede generar dinamismo, conectando universidades, startups e inversores bajo una visión común.
Europa tiene una oportunidad única para convertirse en un referente cuántico, pero requiere una política industrial que entienda esta tecnología como un ecosistema interdependiente. No basta con financiar proyectos prometedores; es necesario crear las condiciones para que todos los actores se mezclen y respiren el mismo aire, transformando interacciones espontáneas en colaboraciones estratégicas. Solo así podremos construir desde abajo hacia arriba un continente verdaderamente cuántico, donde la innovación local se conecte globalmente para crear un futuro tecnológico soberano y competitivo.