Imagina un futuro en el que las familias tal como las conocemos sean meras historias del pasado. Un grupo de investigadores desde el corazón de Japón ha encendido una alarma demográfica que podría transformar nuestro conocimiento sobre el crecimiento poblacional. Según ellos, aún más allá del horizonte tecnológico que nos maravilla, el destino de nuestra civilización podría pender de algo tan simple -o tan complejo- como tener más hijos.
Por décadas, se ha aceptado que para mantener una población estable, cada mujer debería tener aproximadamente 2.1 hijos. Sin embargo, un nuevo estudio japonés rompe con este mito: para asegurar que nuestros linajes no desaparezcan, necesitamos una fecundidad de al menos 2.7 hijos por mujer. Al parecer, la fórmula tradicional falla al ignorar variables cruciales como las tasas individuales de fertilidad, las diferencias de género al nacer, y algo más elemental: algunas personas simplemente no quieren tener hijos.
Esta conclusión se vuelve alarmante una vez que ponemos la lupa sobre las tasas globales actuales. Países como Corea del Sur, China, España, e Italia tienen tasas de fecundidad extremadamente bajas, que flaquean frente a la cifra mágica de 2.7. A nivel mundial, el índice de fertilidad no llega al romper el umbral necesario para evitar el declive demográfico. Y mientras algunos proponen un renacimiento natalista, incrementando la fertilidad como prioridad, una encuesta de Population Connection nos dice que muchas personas opinan lo contrario. Su preocupación reside en la sobrepoblación y los desafíos de un mundo con recursos cada vez más escasos.
La matemática de este artículo concluye que, mientras nuestra atención está dispersa entre crisis medioambientales, sociales y económicas, el fenómeno de la “extinción por fertilidad” aún parece lejano. Pero si algo nos enseña la innovación tecnológica, es a atender las advertencias tempranas y tomar medidas contundentes para garantizar un mañana mejor.
En la encrucijada donde se hallan intereses individuales y la supervivencia de nuestros linajes yace, quizás, un llamado a la reflexión. Si bien el aumento repentino en la natalidad no parece el paso lógico y práctico a seguir, cuesta imaginar un futuro donde aún más familias elijan deliberadamente su propia desaparición. Tal vez, la verdadera respuesta esté en encontrar un equilibrio: tanto para quienes desean continuar su legado como para aquellos preocupados por los límites del crecimiento natural.