¿Te imaginas que por años la ciencia se haya estado rompiendo la cabeza por un simple detalle? Pues justo eso pasó con uno de los misterios más fascinantes del mundo de los dinosaurios. Durante décadas, paleontólogos de todo el mundo se preguntaron si ese pequeño y escurridizo dinosaurio, el Nanotyrannus lancensis, era en realidad una especie independiente o simplemente un Tyrannosaurus rex adolescente, un ‘chiquito’ del icónico depredador. ¡La discusión estaba intensa y parecía no tener fin! Pero agárrate, porque después de 50 años de debates, ¡el misterio por fin se ha resuelto y tenemos la respuesta!
Determinar si dos esqueletos de dinosaurios pertenecen a la misma especie o a dos diferentes es un verdadero dolor de cabeza, especialmente cuando solo tienes unos cuantos huesos. Imagínate lo complicado que es con animales que vivieron hace millones de años. Desde 1965, la polémica por el Nanotyrannus lancensis ha sido una de esas historias que mantenían a los expertos al filo de la butaca. El paleontólogo soviético Anatoly Konstantinovich Rozhdestvensky fue de los primeros en levantar la mano, sugiriendo que los dinosaurios podían cambiar tanto al crecer que podrían confundirse con especies distintas. Y tenía un punto: ¿cómo saber la edad exacta de un dinosaurio con solo un cráneo? Era como querer adivinar la edad de una persona solo por su sonrisa, ¡imposible! La falta de más evidencia mantenía el dilema vivo y coleando, sin que nadie pudiera darle el ‘carpetazo’ definitivo.
Pero la ciencia siempre encuentra una forma, ¿verdad? Un equipo de científicos de la Universidad de Princeton, con una visión ‘fregona’, decidió echarle un ojo a un huesito que muchos otros habían ignorado: el hueso ceratobranquial, ubicado en la garganta. Este hueso, aunque pequeño, resulta ser un chismecito de la edad en los arcosaurios, el grupo que incluye tanto a los dinosaurios como a sus parientes modernos, como los cocodrilos y las avestruces. Al estudiar cómo este hueso cambia en estas especies vivas a lo largo de su vida, los investigadores lograron identificar las ‘señales de madurez’. Y al aplicar ese conocimiento al famoso cráneo CMNH 7541 del Nanotyrannus, ¡eureka! Descubrieron que el cráneo no pertenecía a un T. rex joven, sino a un Nanotyrannus que ya había alcanzado su tamaño y madurez. ¡Ya no había duda!
Y por si esto fuera poco, la resolución de este misterio viene con un ‘refuerzo’ padrísimo. Hace apenas un mes, otro estudio sobre el ‘Duelo de Dinosaurios’ —un fósil espectacular hallado en Montana en 2006 donde dos dinosaurios quedaron sepultados en plena pelea— también aportó pruebas clave. Uno de los ejemplares era un Triceratops, pero el otro, que se pensaba era un T. rex joven por su tamaño, era muy similar al Nanotyrannus. Al tener un esqueleto completo, los científicos pudieron analizar con más detalle parámetros como la fusión espinal y los anillos de crecimiento en los huesos, que funcionan como los anillos de un árbol y te dicen la edad. La conclusión fue la misma: no era un joven T. rex, ¡era un Nanotyrannus adulto! Estos dos estudios juntos nos dan la confirmación definitiva: el Nanotyrannus lancensis no era una versión ‘chiquita’ de su primo famoso, sino una especie con su propia identidad.
Así que ahí lo tienen, después de décadas de preguntas, finalmente conocemos la verdad: el Nanotyrannus lancensis era su propia especie, un fascinante depredador que convivió con el T. rex hace unos 66 millones de años. Esta historia nos enseña lo importante que es la persistencia en la ciencia y cómo, a veces, la clave para resolver grandes enigmas está en los detalles más pequeños e ignorados. ¡Una historia ‘chida’ que nos recuerda que el mundo prehistórico aún guarda muchos secretos por descubrir!

