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El amor en tiempos de Inteligencia Artificial: ¿utopía o distopía?

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo la inteligencia artificial ha irrumpido en áreas de nuestra vida que jamás imaginamos. Una de las más sorprendentes es, sin duda, el mundo de las relaciones románticas. Películas como ‘Her’ alguna vez representaron una versión futurista y fantasiosa de esto, pero la realidad está comenzando a parecerse mucho a la ficción.

La atracción hacia la IA no es solo una cuestión de curiosidad tecnológica. Hay factores sociales que explican por qué algunas personas se sienten atraídas por estos algoritmos. Según la psicóloga y sexóloga Laura Marcilla, algunas personas pueden buscar en los chatbots una forma de conexión que les resulta complicada en la vida real. Esto podría ser debido a experiencias dolorosas del pasado o simplemente a la falta de habilidades sociales. Sin embargo, esta relación virtual puede convertirse en una zona de confort muy peligrosa. La IA puede satisfacer nuestras expectativas al instante, siempre brindándonos la respuesta que queremos escuchar, lo que puede llevar a una falsa sensación de seguridad. Esto es problemático porque, cuando llega el momento de interactuar con seres humanos reales, la falta de habilidades puede sentirse más aguda.

Además, la inclusión de IA en la pornografía lleva esta dinámica a otro nivel. Mediante simulaciones generadas por IA, se pone en riesgo no solo la privacidad de las personas, sino también la posibilidad de desarrollar percepciones erróneas sobre las relaciones sexuales humanas. Al no requerir consentimiento, el algoritmo no traza límites reales, lo que podría llevar a actitudes problemáticas en la vida real. La dependencia de las respuestas simples y personalizadas que ofrece la IA podría también llevar a un aislamiento social cada vez más profundo.

A pesar de estos riesgos, Marcilla sostiene que el amor entre humanos difícilmente podrá ser reemplazado por máquinas. Mientras la tecnología continúa avanzando, lo cierto es que las relaciones humanas dependen de la química y la intuición, cosas que una máquina aún no puede replicar. Así que, a pesar del aparente avance de la IA en el ámbito sentimental, el amor sigue siendo un terreno mucho más complejo de lo que cualquier algoritmo pueda alcanzar.

Ante estos desafíos, es fundamental que como sociedad aprendamos a discernir y educarnos sobre los límites de nuestras interacciones con la inteligencia artificial, asegurándonos de que la tecnología siempre complemente, pero nunca reemplace, las auténticas experiencias humanas.