El centro de Londres se convirtió el miércoles pasado en un escenario de protesta masiva, donde miles de manifestantes expresaron su rechazo a la visita de Donald Trump y al reciente acuerdo de inteligencia artificial firmado entre Estados Unidos y Reino Unido. Con tambores, música a todo volumen y latas de humo fétido, la multitud mostró su descontento frente a lo que muchos consideran un pacto que beneficiará principalmente a las grandes tecnológicas en detrimento del interés público y el medio ambiente.
La protesta, organizada por la Coalición Stop Trump, reunió a diversos grupos con preocupaciones que iban desde los derechos humanos hasta el impacto ambiental. Mientras Trump se encontraba a 40 kilómetros de distancia en el castillo de Windsor, los manifestantes portaban pancartas con mensajes contundentes como ‘Trump envenena la sangre de la democracia’ y ‘Saquen al bebé de aquí’, esta última acompañada de una imagen del expresidente estadounidense representado como un bebé con pañal. La diversidad de causas era evidente: algunos manifestantes apoyaban a Palestina o Ucrania, pero la mayoría coincidía en su preocupación por el acuerdo de IA anunciado esta semana, que implica inversiones de Nvidia y Microsoft por hasta 45,000 millones de dólares.
El corazón de la controversia se centra en la startup británica Nscale, que utilizará esta financiación para expandir centros de datos e investigación en IA. Nick Dearden, director de Justicia Global Ya, expresó su preocupación: ‘No hemos visto el texto del acuerdo. No sabemos lo que hemos regalado’. Los críticos argumentan que estos centros de datos consumen cantidades exorbitantes de energía y agua, y se construyen a pesar de la oposición local. Sarah, representante de Cut the Ties to Fossil Fuels, afirmó: ‘Nuestro gobierno se arrodilla ante quien paga más y no podemos confiar en nada de lo que hacen o dicen’.
La promesa de que esta inversión generará IA soberana británica también fue cuestionada. Theodora Sutcliffe de Tesla Takedown UK calificó la idea de beneficios para los británicos como ‘ingenua’, sugiriendo que el país debería desarrollar su propia industria de IA para mantener el control y la regulación. Mientras tanto, organizaciones como Greenpeace pidieron que las tecnológicas asuman responsabilidad ambiental, financiando soluciones de refrigeración eficientes y energía renovable. Clive Teague, uno de los manifestantes, resumió el sentir general: ‘No estamos en contra de la IA, pero no podemos seguir quemando combustibles fósiles para alimentar estos centros de datos’.
Estas protestas reflejan una creciente conciencia ciudadana sobre los impactos reales de la tecnología en la sociedad y el medio ambiente. Más allá del rechazo a Trump, el movimiento evidencia una demanda por transparencia en acuerdos que podrían definir el futuro tecnológico de naciones enteras. Como señaló Rob Maitland, quien marchaba por primera vez a sus 68 años: ‘Una persona es una voz en el desierto, pero 10,000 voces hacen la diferencia’. El mensaje es claro: la ciudadanía exige participar en decisiones que afectarán su vida diaria y el planeta que habitamos.

