Una nueva controversia ha surgido en el mundo de la salud pública luego de que Robert F. Kennedy Jr., conocido activista anti-vacunas, anunciara planes para vincular el uso de Tylenol durante el embarazo con casos de autismo. Esta afirmación, que carece de respaldo científico sólido, ha generado reacciones encontradas incluso dentro de los mismos grupos que tradicionalmente apoyan sus posturas. La noticia ha tomado mayor relevancia después de que el expresidente Donald Trump mencionara durante un discurso que se avecinaba un “gran anuncio” sobre las causas del autismo, lo que avivó las especificaciones y expectativas alrededor de este tema tan sensible.
La reacción entre los aliados de Kennedy no se hizo esperar, pero sorprendentemente no fue de apoyo unánime. El grupo Coalición de Georgia por la Elección de Vacunas expresó su frustración en una publicación de Facebook, cuestionando por qué después de años de espera las respuestas apuntaban hacia el Tylenol y no hacia los componentes de las vacunas que tradicionalmente han sido su foco de atención. Por su parte, Children’s Health Defense, la organización fundada por el mismo Kennedy, mostró un respaldo tibio a través de sus redes sociales, llegando incluso a retuitear mensajes que minimizaban la importancia del acetaminofén como causa del autismo comparedo con las vacunas.
Durante una entrevista en el podcast War Room de Steve Bannon, Mary Holland, presidenta de Children’s Health Defense, dejó claro que para su organización el Tylenol representa solo una causa secundaria, manteniendo que las vacunas continúan siendo la principal razón detrás del autismo según su perspectiva. Esta postura contrasta notablemente con el consenso científico actual, que ha refutado en múltiples ocasiones cualquier vínculo entre las vacunas y el trastorno del espectro autista. La comunidad médica ha expresado preocupación ante estas declaraciones, señalando que podrían desviar la atención de las investigaciones genuinas sobre el autismo y generar confusión entre las familias.
Esta situación refleja la complejidad de navegar entre la desinformación y la evidencia científica en la era digital. Mientras las autoridades sanitarias recomiendan siempre consultar con profesionales de la salud antes de tomar decisiones médicas importantes, resulta preocupante observar cómo figuras públicas pueden influir en percepciones que contradicen años de investigación rigurosa. El caso del Tylenol y el autismo se suma a una larga lista de teorías no comprobadas que, lejos de contribuir al entendimiento científico, terminan por generar más dudas y preocupaciones infundadas entre la población.