En los últimos años, los pasillos de los supermercados han experimentado una transformación notable, especialmente en la sección de yogures y productos lácteos. Lo que antes era un mar de opciones light y bajas en grasa, ahora es un territorio dominado por las proteínas.
Pero no solo los yoghures han cambiado; esta fiebre proteica se ha extendido a una variedad de alimentos, desde quesos hasta pastas, todos con un diseño que parece estar dirigido específicamente al público masculino. Este fenómeno ha llevado a algunos a cuestionar si la tendencia no estará yéndose de las manos, con envases que priorizan el color negro y mensajes agresivos sobre el contenido proteico.
Un ejemplo llamativo es el atún al natural de Día, que con su diseño en negro y azul y la prominente etiqueta ‘HIGH PROTEIN’, pretende destacar entre la competencia. Sin embargo, una comparación rápida revela que la diferencia en contenido proteico con su versión ‘normal’ es mínima, a pesar de un precio significativamente más alto.
Esta estrategia de marketing no es nueva. Los productos ricos en proteínas están claramente dirigidos a aquellos que buscan aumentar su masa muscular, un público tradicionalmente masculino. Aunque cada vez más mujeres se suman al entrenamiento de fuerza, la estética de estos productos sigue siendo predominantemente ‘masculina’, con colores oscuros y tipografías agresivas.
Esta tendencia no se limita a los alimentos; también se observa en la industria cosmética, donde los productos para hombres adoptan nombres y diseños que refuerzan estereotipos de género. La pregunta que surge es: ¿realmente el envase influye en nuestra percepción del producto?
Estudios sugieren que sí, afectando no solo cómo percibimos su sabor, sino también nuestra decisión de compra. En un mundo donde la imagen lo es casi todo, parece que incluso nuestros alimentos están siendo diseñados para transmitir un mensaje. ¿Estamos comprando nutrientes o una identidad?